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Bienvenidos al Blog de David de Pedro






No sé como habéis aterrizado en este blog, pero poco importa, estáis aquí y os doy la bienvenida. Espero que paséis un rato ameno porque es de lo que se trata y que aprendáis tanto de mis errores como de mis experiencias, que compartáis la realidad y opiniones a ojos de mis personajes para que los entendáis más. A veces son reivindicativos, a veces muestran ese Mr. Hyde que en un momento dado todos llevamos dentro.

Hasta el momento de su publicación, os dejo con un pequeño aperitivo, el book trayler de mi novela. Como siempre, os invito a que hagáis vuestros comentarios, que mejorarán con mucho este blog.

Soy consciente que vuestro tiempo es oro, y por eso os agradezco vuestra atención. Como dijo Benjamin Franklin: Si el tiempo es lo más caro, la pérdida del mismo es el mayor de los derroches.

Volved cuando queráis.

Gracias,


David de Pedro




P.S.: Por cierto, aquí tenéis el link de La Revelación de Qumrán en Amazon, y si no tenéis kindle y lo queréis leer por ordenador, os podéis descargar el software clicando aquí. También podéis visitar mi nueva página web: www.daviddepedro.com

domingo, 25 de marzo de 2012

Poli malo, Poli bueno

Hola amigos!
Aunque parezca mentira, el post más leído con diferencia es el de Las propiedades de la patata... no sé si se debe a que la gente que entra se piensa que trato un aspecto culinario, o sencillamente les hace gracia mi aventura patatera! Por ese motivo colgué el de Forward-Rewind-Forward en Tanzania, parece gustar mis anécdotas viajeras, lo cuál me encanta. Una vez, hablando con una amiga, le expliqué que quería escribir un blog y que mis personajes de La Revelación de Qumrán, comentarían la realidad mundial para que el público los fuera conociendo y familiarizándose con ellos. Esta persona, conocedora de mis aventuras, me dijo:

     - David, las tendrías que poner en tu blog, compartirlas, a la gente le gustará saber de ti, y además son divertidas! (bueno, eso de divertidas lo juzgaréis vosotros, pero desde luego, lo que no me pase a mi...).

Y aunque no tenía intención de hacerlo, un día me animé, y mira por donde, ha sido uno de los textos más entrados. La anédota de hoy se la dedico a los habitantes de uno de los paises donde tengo más seguidores (con los otros también lo iré haciendo, pero advierto que tampoco he viajado tanto!). De cuál hablo? De los United States of America!

Hace ya unos años, quise hacer una ruta por California y alquilé un coche. Era la primera vez que conducía por un país extranjero y advierto que puede llegar a ser un pelín complicado... por no decir peligroso. Justo cuando aterricé en el aeropuerto de LAX (Los Angeles), me fuí directo a la empresa Avis dónde tenía reservado un modesto Nissan Sentra (en España nunca ha existido este modelo en concreto). Como chico precavido que soy, me dediqué a dar vueltas por el parquing buscando cogerle el punto al coche. Aquella era la primera vez que conducía un automóvil automático, y hay que decir (sino han cambiado las cosas) que los coches americanos tienen dos frenos (el "suave" y el que yo denomino "en seco"). El "seco" tiene la mala fortuna (por no decir una palabra malsonante), de estar en el lugar donde en España tenemos el embrague (cambio manual). Las primeras vueltas que dí al parking, eran frenazos "en seco". Más de una vez y de dos, estuve a punto de comerme el volante... y con eso me refiero a las malas pasadas que nos hace el subconsciente con cosas que las tenemos más que asimiladas.
Fueron pasando los días, y con ellos, el dominio de la máquina infernal. Una característica que diferencia la conducción americana de la española, es que cuando el semáforo está en rojo (no siempre), se puede girar a la derecha y en ambar a la izquierda (si no recuerdo mal) ya que además, los conductores suelen frenar cuando se pone de color anaranjado, no como en España, que aprovechamos para acelerar para ver si pasamos. Evidentemente, el hecho de que el semáforo esté al otro lado del cruce, ayuda a plantearte el quedarte parado en medio de una avenida de cuatro carriles!
Pues después de esta pequeña aclaración reprendo la historia:
Estaba en dirección a Tiburón, una localidad que hay a las afueras de San Francisco y desde donde se puede ver toda la bahía con una panorámica espectacular, cuando me paré (semáforo en rojo) en una calle de dos carriles por banda. Al otro lado de la calle, habían dos coches y un policía motorizado. En aquel momento, el semáforo se puso en verde, y la costumbre me jugó una mala pasada... como la avenida era lo suficientemente amplia, puse el intermitente, aceleré y giré hacia la izquierda... dándome cuenta tan pronto como lo hice, de que me tendría que haber esperado... reduje la velocidad sin dejar de mirar por el retrovisor, porque me temía lo peor... que evidentemente se cumplió. El policía motorizado giró en pos de mí y puso su sirena hasta darme alcance. Paré viendo en todo momento como el representante de la ley dejaba su Harley Davidson y venía con sus gafas de espejo, su casco blanco y su actitud chulesca (parecía salido de una película). Bajé la ventanilla, y con mi más cándida expresión le pregunté en español que había sucedido, a lo que me respondió en americano. Haciéndome el tonto, le dije que no entendía nada (tengo que aclarar que tampoco es que me considere listo! pero vaya, me hice un poco más tonto de lo normal...). Ante esa declaración por mi parte y su imposibilidad de expresarse en mi idioma, dejó ir unas palabras que no reproduciré por ser tan malsonantes que herirían hasta la sensibilidad de los adultos... al final el poli malo, se volvió bueno porque me dejó ir de rositas. Eso sí, el susto me lo llevé! Pero os advierto que hay que tener mucho cuidadín con la autoridad norteamericana.

David de Pedro


domingo, 18 de marzo de 2012

Ave María Purísima... CON PECADO CONCEBIDO

No tenemos suficiente con los escándalos sexuales que sacuden continuamente a la Santa Sede, para que encima se aireen nuestro sistema financiero!!! Tendría que darle unas cuantas clases de discreción al Sumo Pontícife! Ya fue malo que Gianluigi Nuzzi revelase en su día los vínculos del Vaticano con la mafia y los fraudes que habían hecho con su libro Vaticano S.p.A.. Encima documentado! Nos tendríamos que haber encargado de Renato Dardozzi... desde luego no puede ser que un solo consultor tenga acceso a tanta información... mira que decir que entre 1989 y 1993 transfirieron más de 275 millones de Euros a fundaciones fantasmas y pagos para sobornos a políticos, empresarios y clérigos, mediante triangulaciones con los peores personajes mafiosos y con su organización delictiva.
Y ahora ese maldito arzobispo! Más mierda para todos! Si Carlo María (Viganó) se hubiera callado... Como Benedicto XVI no se espabile pronto y empiece a ser más duro con los suyos, va a hundir al Vaticano en dos días. Encima Viganó, en su cargo como Secretario General del Governatorato de la Ciudad del Vaticano, tiene caché suficiente para que la prensa italiana le preste toda su atención y le publique sus declaraciones! Si Ratzinger no controla al resto de la Curia, esto se convertirá en una merienda de negros... tengo que mantenerme a distancia. Ya me gustará ver como defiende que el 2.009 el Vaticano tuviera ocho millones y medio de pérdidas y en el 2010, unos beneficios de 34,4 millones... (bueno, los crédulos pensarán que es con ayuda de Dios... que eso siempre tapa muchos agujeros. Siempre hay algún que otro desgraciado que cae en la trampa y da toda su herencia a la iglésia).
Suerte que de vez en cuando se le ocurren ideas de distracción como la celebración del 400 aniversario del archivo. La gente tiene una curiosidad morbosa por todo lo que rodea a la fundación del secreto y enigmático archivo. Con la excusa de la exposición de estos cien documentos en los Museos Capitolios de Roma, ha acaparado toda la atención. Lux in Arcana, ha bautizado la muestra... se piensan que les vamos a desvelar lo realmente importante. ¡Qué tontos!
Para los neófitos, os diré que el Archivo Secreto del Vaticano, es privado y que depende directamente del Romano Pontífice, además está situado en la Ciudad del Vaticano. Es uno de los centros de investigación histórica más importantes del mundo. Posee unos 150.000 documentos y más de 630 fondos de archivos distintos. En total, una extensión de unos 65 km lineales de estanterías, que llegan a cubrir unos ochocientos años de historia. Éstos empezaron a reunirse en el siglo XVII (año 1610) por órdenes del papa Pablo V y en 1783, todo lo que estaba almacenado en los Registros Aviñonenses, se trasladó al Vaticano. son completamente cerrados al público. 
Entre nosotros, esta información podría hundir la reputación de la Iglesia Católica, haciéndola más frágil, por eso está complentamente cerrada al público y sólo pueden acceder académicos, consultando documentos específicos y siempre con permiso especial del entorno del Papa. ¿Qué secretos esconde?. Si leéis la Revelación de Qumrán, puede que os hagáis una idea.

Marco Gascón - Prelado del Opus Dei

 

jueves, 15 de marzo de 2012

Amazon - Capítulo 1 - Tercera Parte

Hola,

La Revelación de Qumrán se está manteniendo en la primeras plazas, esta semana ha estado oscilando entre la octava y la novena, y eso siempre es motivo de satisfacción. Esperemos tener continuidad. Ahora sólo falta empezar a vender en el mercado americano y esperar a ver si alguna editorial se interesa por publicar la novela en papel. Es cuestión de tiempo y perseverancia. Os dejo el tercer fragmento, recordad que si es la primera vez que entráis, las otras partes van de la entrada más antigua a la más reciente. Sed buenos conmigo!!! ;).

(...Continuación)


Después de aquel rápido análisis decidió buscar a la mujer. Echó un vistazo y detectó la cabellera rubia que se dirigía a la barra. La reconoció por su peculiar gabardina gris perla. Antes de ir tras ella, volvió a mirar la fotografía que llevaba en la cartera. También existía la posibilidad de que hubiera seguido a la persona equivocada; tenía que asegurarse. Una vez comprobado, intentó aproximarse disimuladamente hasta donde se había situado ella y pidió a la camarera:
—Un whisky con hielo, por favor —y se giró hacia donde estaba la sospechosa—. Hola, parece que esto está muy concurrido, ¿no?
Entonces ella se volvió hacia él y le dijo con simpatía:
—¡Uf!, desde luego que sí, y como no me desprenda rápidamente de la gabardina me voy a asfixiar de calor.
Él se quedó estupefacto. «¡Pero qué guapa es!», pensó, «desde luego, no cabe duda de que es la chica de la fotografía, aunque la foto la desfavorece notablemente».
¿Qué pasa, te has quedado sin lengua? —rió la chica.
—No, no, perdona —consiguió balbucear— lo que pasa es que nunca había visto semejante belleza, al menos en el mundo real...
—¡Ja, ja, ja! Desde luego, eres un encanto; eso por no hablar de la aguda percepción que tienes de la realidad, ¡ja, ja, ja! —continuó riendo en medio del alboroto.
—¿Cómo te llamas? —Oscar intentó recuperar la compostura.
—Helena. ¿Y tú?
—Oscar. ¿Vienes mucho por aquí?
—Sí, suelo venir con frecuencia. Me gusta mucho este local. Eso sí, lo que no me gusta tanto es el tipo de gente que suele venir. Pero a ti no te había visto nunca. ¿Eres de la ciudad?
—Sí, lo que pasa es que salgo poco, pero viéndote me lo tendré que plantear...
Helena se quitó la gabardina, para lucir una figura que ni mucho menos se hubiera podido apreciar con ella puesta. Su suave vestido rojo le marcaba cada curva, las tiras del vestido dejaban ver unos hombros suaves. Su piel, ligeramente bronceada, hacía juego con su melena rubia, que le caía como una cascada de rayos de luz sobre el escote de la espalda. Este le llegaba casi hasta la cintura, y permitía entrever que no llevaba sujetador. Aun así, tenía los senos erguidos bajo una tela que dejaba ver unos pezones bien definidos.
—¡Joooooooooder —susurró— pero qué mujer!
—¿Perdona, has dicho algo?
—No, no, qué va... —se apresuró a rectificar Oscar y pensó: «Desde luego, sí tengo que vigilar a esta mujer. No me separo de ella ni borracho»—. ¿Tú también eres de aquí?
—No, soy de Barcelona. Hace unos meses me trasladé a vivir a Girona.
—¿Quieres que vayamos a otro sitio más tranquilo para poder hablar mejor?
Bueno, aunque no podré quedarme hasta muy tarde.
—De acuerdo. ¿Mañana tienes que madrugar?
—Sí, tengo que hacer unas cuantas gestiones. Por cierto, ¿ya sabes a qué lugar iremos?
—Conozco un bar que está aquí cerca y que es muy íntimo y tranquilo. Así podremos ir dando un paseo.
—Vale, ¿a qué esperamos?
—A nada. Tú primero, por favor.
«¡Pero qué coño estás haciendo, Oscar!», gritaba su mente, «es una sospechosa a la cual estás vigilando y encima te la quieres ligar... ¡Estás loco!».
—A la mierda —acalló a su conciencia en voz alta.
—Perdona, ¿decías algo, Oscar? —preguntó Helena, girándose.
—¿Eh? ¡Ah!, no, no, solo saludé a una persona.
Entre apretujones consiguieron llegar a la salida del pub. Una vez fuera, la brisa de la noche húmeda les golpeó en la cara y llenó de aire los pulmones.
—¡Ahhhhh! Qué alivio respirar estas suaves fragancias nocturnas —suspiró Helena.
«A ti sí que te olería toda».
—Sí, es cierto, estos aromas parecen despertar después de la lluvia —corroboró en voz alta.
—¡Brrrrrr! Qué frío hace, será mejor que me ponga la gabardina. Bien, ¿a dónde tenemos que ir?
—Dame la mano, no te vayas a perder —rió Oscar.
Empezaron a caminar. La libido del joven detective estaba subiendo por momentos, y el contacto con ella no ayudaba a calmarla. Pasaban por debajo de las luces de las farolas, y él sentía cada vez más fuertes los impulsos de besarla. Le costaba mucho contenerse, hasta que de golpe la miró fijamente y se disculpó:
—Lo siento, Helena.
—¿Eh? Qué sient... —empezó a decir.
—¡Mmmmm! —fue todo el ruidito que consiguió emitir con la boca de Oscar sobre la suya.
Lo que empezó con un suave beso, continuó con otro cada vez más apasionado. Helena reaccionó, y en contra de lo que había pensado Oscar, que era que le pegaría un tortazo que le dejaría la mano marcada, se encontró con su lengua surcando su boca. Fue así hasta que recobraron la conciencia de dónde se encontraban, ya que la poca gente que pasaba se quedaba mirando y vitoreándoles.
—Ejemmm —carraspeó Oscar mirando a su alrededor—. Perdóname, pero es que... ¡Mmmm!
Esta vez fue Helena la que no le dejó acabar la frase al abalanzarse a sus labios.
—¿Querías decir algo, Oscar? —susurró.
—Sí, que no suelo hacer estas cosas, pero... ¡Joder, cómo me pones!
—Yo tampoco las hago, no me malinterpretes —y luego musitó a su oído—: ¿Quieres que vayamos a mi casa?
Oscar, sorprendido, la examinó. Sus caras estaban a pocos centímetros. Podía sentir su respiración entrecortada por la excitación y oler su perfume femenino. Podía ver aquellos ojos de color miel con las pupilas tan dilatadas, los labios carnosos que cubrían las hileras bien formadas de sus dientes. Podía percibir el rápido latir de su corazón, y también podía percibir bajo sus tejanos la opresión de algo que le decía que hacía demasiado tiempo que no intimaba con una mujer. Al igual que su maldita voz de la conciencia, que le martilleaba con insistencia en la cabeza recalcándole la locura que estaba cometiendo.
—Sí. ¿Está muy lejos?
—No, está aquí, en la Plaza de la Independencia. Es un ático —aclaró la rubia.
—Vamos, no perdamos más tiempo —urgió Oscar.
Cogidos de la mano caminaron en silencio hasta llegar a la puerta de la vivienda, donde no se pudieron contener más, dando rienda suelta a sus pasiones mientras Helena intentaba dar con la llave en la cerradura. Una vez conseguido, entraron a trompicones. Oscar se detuvo, tomó entre sus manos la cabeza de Helena y fijó sus ojos en los de ella.
—Eres la mujer más atractiva que he conocido jamás.
Entonces, despacio, la empezó a besar. Primero los párpados, después desde el lóbulo de su oreja hasta la comisura de los labios. Su ternura hacía que ella suspirara entrecortadamente. Tenía la cabeza echada hacia atrás, con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Él la miraba, acariciaba con sus manos la faz de un ángel. Y continuó besando, recorriendo el cuello milimétricamente...
Sus manos descendieron de su cara a los hombros, deslizaron las tiras de su vestido para que este cayera al suelo. La volvió a observar. Su cuerpo estaba temblando de excitación. Sus ojos continuaban cerrados. Sus pechos cálidos se movían al compás de la respiración. Su vientre era liso y sus caderas le daban la forma de la diosa del placer. Llevaba un tanga, de color rojo, igual que el vestido.
«Dios existe», se reafirmó interiormente.
La volvió a besar desde donde lo había dejado y continuó bajando... hasta detenerse en los senos. Su lengua jugueteaba con los pezones endurecidos, mientras sus manos los acariciaban con suma delicadeza. Continuó con su placentero y húmedo peregrinaje, pasando por el centro de su ser en su recorrido hasta llegar a la ropa interior, que fue bajando con ternura mientras iba besando todo el entorno del ombligo. Así hasta que ya no quedó nada más sobre su piel.
Y allí estaban los dos, sudorosos, de pie en medio de la sala de estar. Ella desnuda, él con toda la ropa puesta. Entonces fue cuando Helena abrió los ojos y empezó a desabrochar el cinturón de Oscar. Sus manos se movían hábilmente desabotonando sus Levi´s descoloridos. Notaba una presión contra los tejanos que no podía pasar desapercibida de ninguna manera. Luego empezó a acariciar su pectoral velludo por debajo de la camiseta. Notaba todos los músculos en tensión, duros como piedras. Cogió la camiseta y la fue subiendo hasta que se la quitó completamente. Sus dedos no dejaban de recorrer aquel cuerpo moldeado por horas en los gimnasios. Su próxima parada fueron sus botas, se las quitó y volvió a incorporarse. Sus manos se metieron a través del bóxer, asiendo con fuerza las nalgas de Oscar. Este, en silencio, se dejaba hacer, hacía mucho tiempo, demasiado, que no experimentaba un momento tan cargado de erotismo como aquel. No hacía falta decir nada... se respiraba el sexo en el aire.
Entonces Helena acabó de quitarle los pantalones y calzoncillos, para dejarlo desnudo ante ella. El miembro, libre de su opresión, se elevaba erguido, desafiando a la gravedad con su potencia varonil.
Oscar fue bajando lentamente a Helena hasta la alfombra. Cuando la tuvo allí, tendida y con su abanico dorado desparramado, continuó acariciándola. Pero ella no se quedó en un papel pasivo, mientras lo besaba empezó a acariciarle el...
Fueron interrumpidos por el sonido de un agudo timbre.
¡No! ¡No! —gritó él.
Helena empezó a juguetear con la lengua en su... La campanilla no dejaba de sonar, cortaba el silencio que hasta hacía poco solo era interrumpido por gemidos.
¡Mierda! ¡Mieeerdaaaa! —clamó, impotente ante la interrupción—. ¡Ahora noooo! —sollozó lastimeramente.

David de Pedro - La Revelación de Qumrán

 

viernes, 9 de marzo de 2012

Forward - Rewind - Forward in Tanzania

¡Buenas! Vista la buena aceptación del post de Las propiedades de la patata, no me queda más remedio que invitaros a un pequeño viaje entre Kenya y Tanzania... y no es que quiera ir de autobuses, pero cuando viajas con mochila buscando integrarte en el país, lo haces de la manera más mundana posible. Imaginaos la situación:

Mes de Julio en el continente africano. Una panda de blanquitos entre los cuales se incluía un servidor (y con una panda, me refiero a unos ocho o diez) cogen un autobús regular de sesenta plazas en Nairobi (Kenya) con destino a Dar es Salaam, la antigua capital tanzana. Al principio sólo parecía un autobús turístico, ya que sólo íbamos el grupito de viajeros pertrechados con nuestras mochilas. El chofer era una conductora de caracter sobrio y de talla XXXL. Íbamos bien, anchos, frescos (eran las siete de la mañana), limpios y con ganas de llegar a nuestro destino... con el paso de los kilómetros, nuestro espacio se fue reduciendo. Los autóctonos empezaron a llenar el vehículo, subían más que los que bajaban, y a medida que las horas discurrían, el ambiente se tornaba más difícil de respirar. Me acuerdo de una amiga que en una de las paradas que hizo el autobús, y coincidiendo con que había un bar, le pidió amablemente a la conductora que si se podía esperar un momento para que ella fuera al servicio. Hizo el comentario empezando a bajar del autobús, contando con que la mujerona la comprendería y le diría que sí. Cuál fue su sorpresa cuando con la simpatía que caracterizaba a nuestra conductora, le dijo que no, que no podía descender del autobús. Estupefacta, mi amiga volvió a subir, rezando porque en algún momento pudiera hacer sus necesidades antes de que fuera demasiado tarde. 
Al cabo de un cuarto de hora después de haber reiniciado el viaje, el autobús se paró en una cuneta al lado de un árido campo lleno de matojos. Todas las africanas (y eran unas cuantas) bajaron en tropel... los turistas nos quedamos expectantes mientras nos mirábamos sorprendidos. No entendíamos nada. En aquel instante, la señora conductora se giró y le dijo a mi amiga en su rudimentario inglés: The toilet. A la vez que señalaba el campo. Aquello era digno de ver... detrás de cada matojo sólo se veía un culo (blanco o negro) pero en definitiva un culo, lo cuál, buscar un hierbajo libre para poder hacer las necesidades se tornó en toda una odisea.
Después de que todo el mundo subiera, y cuando digo todo el mundo, lo digo en sentido literal, ya que en aquel autobús lo de las sesenta plazas sólo era para indicar los asientos que tenía, no tanto así como la gente que podían llegar a meter, reanudamos nuestro viaje hacia Dar es Salaam. 
Estábamos a punto de llegar, cuando los ayudantes de la chófer se levantaron sin mediar palabra y empezaron a correr todas las cortinas del autobús en pleno mediodía. Otra vez el signo de interrogación apareció en nuestros ojos. No llegábamos a comprender qué sucedía. Pienso que el creador del tetris tuvo una experiencia similar antes de programar su famoso videojuego. Todos los africanos que se encontraban de pie en el pasillo del autobús retrocedieron hacia el fondo del mismo, mientras el vehículo salía de la calzada por indicaciones de unos policías tanzanos para ponerse encima de una báscula pública pero de tamaño reducido (cosa que comprendí más tarde y ya sabréis porqué lo digo). Cuando parecía que habían cogido la tara de la primera mitad del autobús, éste empezó a circular lentamente para hacer lo mismo con la parte posterior. Llegados a este punto, los ayudantes volvieron a movilizar ágilmente y en silencio, a todos los que habían hacinado en la parte de atrás, pero esta vez hacia la parte delantera. Aquello era de película. Los blancos alucinábamos... aunque aquello sólo era el principio. Después de haber pesado el autobús en dos tiempos, los policías tanzanos no acabaron de ver bien lo de la tara... y le indicaron a la chófer que volviera a pesar. Ésta, ni corta ni perezosa, en vez de tirar marcha atrás, cruzó atravesándose entre los cuatro carriles de la carretera (dos por sentido) frenando a todos vehículos que circulaban por aquella transitada calzada. Después de haber dado el giro de 180º, volvió a hacer lo pertinente para encararse otra vez a la báscula, eso sí, ante la impasividad de la autoridad competente. 
Esta vez los ayudantes cambiaron de estrategia y decidieron que en vez de que la gente estuviera de pie en el fondo del autobús, se sentaran encima de los que ya ocupaban su butaca. Creo que debieron pensar que sentados, pesarían menos que de pie, porque sino... Eso sí, tendría que haber sacado la cámara de fotos en aquel momento, porque si bien los africanos accedían dóciles y resignados ante las maniobras del tetris, los turistas blancos a los cuales les sentaban un autóctono encima... alucinaban! Bueno, para no extenderme más, eso pasó tres veces... no es que mi vida pasara ante mis ojos una sola vez, sino que lo hizo las seis que la conductora cruzó los cuatro carriles sin apenas mirar. Finalmente y como los números no salían, hicieron bajar a la mitad del autobús, obligándoles a caminar unos doscientos metros, mientras el vehículo cumplía con el peso reglamentario para satisfacción de ambas partes. Después de recoger a los desahuciados y contra todo pronóstico, llegué a tiempo para coger el ferry hacia Zanzíbar (no sin antes pegarme una carrera maratoniana por medio de la antigua capital con la mochila a cuesta). 

David de Pedro

sábado, 3 de marzo de 2012

Amazon - edición digital - continuación capítulo Uno

Queridos amig@s, esta semana me he estado manteniendo dentro del ranking de los 15 primeros... todo un reto, cuando resulta que Amazon actualiza sus ventas y las posiciones cada hora! La primera crítica recibida fuera de mi círculo, ha sido positiva! A ver que os va pareciendo a vosotros...

(...continuación)
—Por fin un poco de movimiento —masculló incorporándose—. ¡Pensaba que no saldría nunca!
Y se abrió. Al principio solo vislumbró una sombra, pero por su silueta no parecía ser ninguna mujer. Vio cómo un hombre miraba a ambos lados de la calle como si quisiera pasar desapercibido, y empezó a caminar rápidamente por la acera. Al pasar por debajo de la luz mortecina de la farola vio sus rasgos, y exclamó al reconocer al maltratador de niños:
¡Mierda! ¿Pero qué coño hace este maldito cabrón aquí? Perfecto, ahora solo me faltaba esto. Estoy con un puto caso de mierda vigilando a una ladrona de la que solo sé su descripción y me encuentro con el capullo causante de mis desgracias. ¡Me cago en la leche que mamé! ¿Por qué tengo tan mala suerte?
Vio cómo la puerta se volvía a abrir y salía otra silueta, esta vez femenina, y se iba en la dirección opuesta. Aguardó un poco hasta que observó que la mujer subía a un coche y se iba hacia el centro de la ciudad. Entonces arrancó su Golf GTI 16 válvulas y la siguió sin encender las luces.
Mientras la seguía, pensó en lo que había visto. Hasta ese momento creía que el caso era tan lamentable como todos los que había estado llevando últimamente, pero a lo mejor su suerte no era tan mala como había dicho momentos antes... De hecho, podría ser que esta vez tuviera la oportunidad de pillar a aquel bastardo y encarcelarlo durante bastante tiempo.
De repente se dio cuenta de que se había saltado un semáforo en rojo y advirtió cómo un todoterreno se lanzaba directamente, pitando y haciéndole largas.
—¡Hostias, que me embisten! —chilló al tiempo que lo esquivaba y aceleraba. El deportivo negro rugió, y con las revoluciones al máximo salió disparado hacia el frente, justo cuando el Jeep Cherokee pasaba, derrapando y con el claxon sonando a toda potencia, por el lugar donde había estado él un segundo antes.
¡Uf! suspiró ¡de qué me ha ido! Pensaba que me ensartaría igual que a un pincho. ¡Anda!, vaya forma de hacer una vigilancia secreta a estas horas. Seguro que la tía a la que sigo ni siquiera se ha dado cuenta —ironizó—. Por cierto, ¿dónde se habrá metido?
Entonces fue cuando apreció que ella había aparcado y que se dirigía a un pub muy concurrido, en el cual había un gorila que sonreía bobaliconamente en la puerta a todas las mujeres que entraban.
El local estaba lleno de gente con una media de edad de veinticinco a treinta años, y si algo tenían en común era su indumentaria. Eran de esa clase de personas que se etiquetaban con ropa de marca, bronceados permanentes y una pronunciación muy particular a la hora de hablar. El tipo de gente que él detestaba. Gente que podía obtener el poder a través de sus riquezas, engaños y manipulaciones. Parásitos de la sociedad, que chupaban la sangre del trabajador como si de ello les dependiera la vida. Bueno, para ser realistas, aquella gente todavía no parecía haber llegado a aquel extremo, pero dentro de muy pocos años seguro que todos lo harían.
Del pub se podía decir que era como una sala de reunión para aquellos pijos. Un local de diseño en el cual la música sonaba con estridencia. El techo era suficientemente alto como para que el humo del tabaco se disipara antes de llegar al final. Era de un color oscuro y moteado con pinceladas amarillas que representaban, con acertada similitud, una noche estrellada. Las paredes estaban pintadas igual que el techo, además de tener unas blancas columnas griegas que se alzaban majestuosamente a lo largo de sus veinte metros. La barra principal, rodeada de neones blancos y azules que proyectaban su haz indirectamente, le daba el aspecto de la vía láctea en una noche despejada. Tras ella, había el más grande acuario que jamás había visto. Ocupaba toda la pared y contenía lo que, sin duda, eran tiburones. Estos eran de un metro y medio aproximadamente, acompañados de una variedad infinita de peces tropicales. Las camareras iban ataviadas con una sábana blanca y corta de ribetes dorados.

David de Pedro