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Bienvenidos al Blog de David de Pedro






No sé como habéis aterrizado en este blog, pero poco importa, estáis aquí y os doy la bienvenida. Espero que paséis un rato ameno porque es de lo que se trata y que aprendáis tanto de mis errores como de mis experiencias, que compartáis la realidad y opiniones a ojos de mis personajes para que los entendáis más. A veces son reivindicativos, a veces muestran ese Mr. Hyde que en un momento dado todos llevamos dentro.

Hasta el momento de su publicación, os dejo con un pequeño aperitivo, el book trayler de mi novela. Como siempre, os invito a que hagáis vuestros comentarios, que mejorarán con mucho este blog.

Soy consciente que vuestro tiempo es oro, y por eso os agradezco vuestra atención. Como dijo Benjamin Franklin: Si el tiempo es lo más caro, la pérdida del mismo es el mayor de los derroches.

Volved cuando queráis.

Gracias,


David de Pedro




P.S.: Por cierto, aquí tenéis el link de La Revelación de Qumrán en Amazon, y si no tenéis kindle y lo queréis leer por ordenador, os podéis descargar el software clicando aquí. También podéis visitar mi nueva página web: www.daviddepedro.com

viernes, 24 de abril de 2015

Las aventuras de Alfons Abulí

Alfons Abulí es co-protagonista de mi primera obra. Arqueólogo, historiador y profesor, Alfons es un personaje carismático y entrañable sin pelos en la lengua. El siguiente relato une mis tres novelas: La revelación de Qumrán, 88, la nueva generación y la tercera que verá la luz a lo largo de 2015. Espero que lo disfrutéis.



Afons Abulí siempre había deseado ser arqueólogo. Su carácter había influido mucho en el éxito de sus empresas. Caótico y perseverante, Alfons no dejaba a nadie indiferente. La pasión que demostraba por la historia cautivaba a sus contertulianos de manera irremediable. Un día, después de realizar una conferencia en la Universidad de Barcelona donde también ejercía de profesor, se le acercó Carol, una atractiva reportera de curvas pronunciadas y de risa contagiosa. Charlaron sobre como los historiadores manipulaban la realidad según las tendencias políticas y sociales del momento y, debatieron sobre las diferentes vías que se podían utilizar para intentar esclarecer unos hechos pasados en tiempos tan remotos. Alfons se enamoró al instante tanto de su agudeza como de los largos y morenos tirabuzones que le conferían aquel aire travieso y pícaro. El tiempo y los hábiles rechazos de Carol hicieron que la relación se consolidara en una bella y sincera amistad.
Aquel día Alfons se sentía un poco melancólico. Estaba en su despacho de la universidad y tenía entre sus manos el facsímil de una carta manuscrita de puño y letra del mismísimo Carlomagno. Se la había regalado Carol como recuerdo de una aventura que los uniría para siempre. En aquel momento el teléfono vibró. Tenía un mensaje nuevo. Dejó aquel pedacito de historia con un suspiro y cogió el móvil con cierta pereza. Al ver el nombre. Era de su amigo Iu, lo invitaba a una fiesta en su casa. Al instante lo llamó:
―¿Sí?
―¡Jodido cabrón! ¿Ahora te dedicas a organizar actos de sociedad? ―La inconfundible voz de Alfons tronó en la pequeña habitación.
―¡Alfons! ¿Desde qué teléfono me llamas? no lo tengo registrado…
―Este es el del despacho. Tío, no sé si podré venir. En pocos días me voy a Japón y estoy liadísimo.
―Vamos hombre, ¡no fastidies! Además tengo una sorpresa para ti ―provocó el matemático.
―¡No quiero volverte a ver en tanga! ―advirtió entre risas recordando una fiesta en la que bebieron más de la cuenta y acabaron intercambiando su ropa interior con la de las asistentes femeninas.
―¡Calla, calla! ¡Dijimos que no volveríamos a sacar el tema! No, esta sorpresa te encantará… Carol me ha confirmado su asistencia.
―Hostias, si es así, no puedo decir que no. Desde el jaleo de Qumrán, no la he vuelto a ver, ¿todavía vive en Estados Unidos?
―Alterna entre Nueva York y Girona. Desde luego no se le puede negar el mérito. Primero se mete con el Opus Dei y luego con un grupo de extrema derecha, algún día se meterá en un problema del que no sabrá salir. Si es que hay que tenerlos bien puestos…
―No me recuerdes a los de la Iglesia. Pero sí, si una cosa tiene Carol es un par de huevos que no veas. ―La admiración de Alfons por su amiga era evidente.
―Por cierto, ¿Has dicho que te vas al lejano Oriente? ¿y qué se te ha perdido por allí?
―Me ha salido la oportunidad de realizar una colaboración con el profesor Yûki Ishiguro.
―¿Es bueno?
―El mejor en arqueología submarina. Es un privilegio poder colaborar con él.
―¿Y de qué va el proyecto?
―Oye, ¿tú eras matemático o periodista? Cuando nos veamos en la fiesta ya te explicaré.
―¿Entonces vienes? ―preguntó Iu con un tono esperanzado.
―¡Sí, pesado! Pero porque viene Carol, ¿eh?
―Serás capullo… Bueno, pues confirmado. Así me va bien para poner a buen recaudo el chocolate ―provocó a sabiendas de la debilidad que sentía el arqueólogo por el cacao―. Hasta el miércoles.
―Chao ―se despidió Alfons antes de colgar. «Bueno, me parece que por hoy ya es suficiente».
En aquel momento un sobre se deslizó por debajo de la puerta.
«¿Y esto?» pensó mientras se levantaba extrañado y se dirigía a recoger lo que parecía una nota dirigida a su atención. El mensaje, manuscrito, era tan escueto como misterioso. Este decía:
“Estimado profesor Abulí, le aconsejamos por su bien y el de sus seres queridos que, desestime su viaje programado a Japón. De no ser así correrá la misma suerte que el señor Ishiguro”.
―¿Pero qué cojones…? ―voceó mientras abría la puerta con la esperanza de ver al que había depositado la misiva.
Al no ver a nadie se dirigió al portátil con la intención de enviar un correo electrónico a su colega nipón. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio en la bandeja de entrada un mensaje de Natsuki, su ayudante. Lo abrió y de inmediato soltó:
―¡Hay que joderse!
El e-mail le informaba que el profesor había sufrido un terrible accidente y que había muerto calcinado. También le decía que aunque era una desgracia, el estudio continuaba su curso y que su plaza, si quería, todavía se mantenía. Eran conscientes que uno de los mayores alicientes era la colaboración con el profesor Ishiguro y que sin él, la investigación perdía interés.
«El Opus no consiguió amilanarme, y los hijos de puta supremacistas raciales tampoco consiguieron hacerlo con Carol. No voy a ser menos que ella. ¡A tomar por culo!», pensó. «Si creen que me pueden doblegar con amenazas, ¡lo tienen claro!»

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