Queridos amig@s, esta semana me he estado manteniendo dentro del ranking de los 15 primeros... todo un reto, cuando resulta que Amazon actualiza sus ventas y las posiciones cada hora! La primera crítica recibida fuera de mi círculo, ha sido positiva! A ver que os va pareciendo a vosotros...
(...continuación)
—Por
fin un poco de movimiento —masculló incorporándose—. ¡Pensaba que no saldría
nunca!
Y
se abrió. Al principio solo vislumbró una sombra, pero por su silueta no
parecía ser ninguna mujer. Vio cómo un hombre miraba a ambos lados de la calle
como si quisiera pasar desapercibido, y empezó a caminar rápidamente por la
acera. Al pasar por debajo de la luz
mortecina de la farola vio sus rasgos, y exclamó al reconocer al maltratador de
niños:
—¡Mierda! ¿Pero qué coño hace este maldito
cabrón aquí? Perfecto, ahora solo me faltaba esto. Estoy con un puto caso de
mierda vigilando a una ladrona de la que solo sé su descripción y me encuentro
con el capullo causante de mis desgracias. ¡Me cago en la leche que mamé! ¿Por
qué tengo tan mala suerte?
Vio
cómo la puerta se volvía a abrir y salía otra silueta, esta vez femenina, y se
iba en la dirección opuesta. Aguardó un poco hasta que observó que la mujer
subía a un coche y se iba hacia el centro de la ciudad. Entonces arrancó su
Golf GTI 16 válvulas y la siguió sin encender las luces.
Mientras
la seguía, pensó en lo que había visto. Hasta ese momento creía que el caso era
tan lamentable como todos los que había estado llevando últimamente, pero a lo
mejor su suerte no era tan mala como había dicho momentos antes... De hecho,
podría ser que esta vez tuviera la oportunidad de pillar a aquel bastardo y
encarcelarlo durante bastante tiempo.
De
repente se dio cuenta de que se había saltado un semáforo en rojo y advirtió
cómo un todoterreno se lanzaba directamente, pitando y haciéndole largas.
—¡Hostias,
que me embisten! —chilló al tiempo que lo esquivaba y aceleraba. El deportivo
negro rugió, y con las revoluciones al máximo salió disparado hacia el frente,
justo cuando el Jeep Cherokee pasaba, derrapando y con el claxon sonando a toda
potencia, por el lugar donde había estado él un segundo antes.
—¡Uf! —suspiró— ¡de qué me ha
ido! Pensaba que me ensartaría igual que a un pincho. ¡Anda!, vaya forma de
hacer una vigilancia secreta a estas horas. Seguro que la tía a la que sigo ni
siquiera se ha dado cuenta —ironizó—. Por cierto, ¿dónde se habrá metido?
Entonces
fue cuando apreció que ella había aparcado y que se dirigía a un pub muy
concurrido, en el cual había un gorila que sonreía bobaliconamente en la puerta
a todas las mujeres que entraban.
El
local estaba lleno de gente con una media de edad de veinticinco a treinta
años, y si algo tenían en común era su indumentaria. Eran de esa clase de
personas que se etiquetaban con ropa de marca, bronceados permanentes y una
pronunciación muy particular a la hora de hablar. El tipo de gente que él detestaba. Gente que podía obtener el poder a
través de sus riquezas, engaños y manipulaciones. Parásitos de la sociedad, que
chupaban la sangre del trabajador como si de ello les dependiera la vida.
Bueno, para ser realistas, aquella gente todavía no parecía haber llegado a
aquel extremo, pero dentro de muy pocos años seguro que todos lo harían.
Del
pub se podía decir que era como una sala de reunión para aquellos pijos. Un
local de diseño en el cual la música sonaba con estridencia. El techo era
suficientemente alto como para que el humo del tabaco se disipara antes de
llegar al final. Era de un color oscuro y moteado con pinceladas amarillas que
representaban, con acertada similitud, una noche estrellada. Las paredes
estaban pintadas igual que el techo, además de tener unas blancas columnas
griegas que se alzaban majestuosamente a lo largo de sus veinte metros. La
barra principal, rodeada de neones blancos y azules que proyectaban su haz
indirectamente, le daba el aspecto de la vía láctea en una noche despejada.
Tras ella, había el más grande acuario que jamás había visto. Ocupaba toda la
pared y contenía lo que, sin duda, eran tiburones. Estos eran de un metro y
medio aproximadamente, acompañados de una variedad infinita de peces
tropicales. Las camareras iban ataviadas con una sábana blanca y corta de
ribetes dorados.
David de Pedro
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