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Bienvenidos al Blog de David de Pedro






No sé como habéis aterrizado en este blog, pero poco importa, estáis aquí y os doy la bienvenida. Espero que paséis un rato ameno porque es de lo que se trata y que aprendáis tanto de mis errores como de mis experiencias, que compartáis la realidad y opiniones a ojos de mis personajes para que los entendáis más. A veces son reivindicativos, a veces muestran ese Mr. Hyde que en un momento dado todos llevamos dentro.

Hasta el momento de su publicación, os dejo con un pequeño aperitivo, el book trayler de mi novela. Como siempre, os invito a que hagáis vuestros comentarios, que mejorarán con mucho este blog.

Soy consciente que vuestro tiempo es oro, y por eso os agradezco vuestra atención. Como dijo Benjamin Franklin: Si el tiempo es lo más caro, la pérdida del mismo es el mayor de los derroches.

Volved cuando queráis.

Gracias,


David de Pedro




P.S.: Por cierto, aquí tenéis el link de La Revelación de Qumrán en Amazon, y si no tenéis kindle y lo queréis leer por ordenador, os podéis descargar el software clicando aquí. También podéis visitar mi nueva página web: www.daviddepedro.com

miércoles, 29 de febrero de 2012

Amazon - edición digital - Capítulo Uno

Buenas a todo el mundo,

Es curioso, si esto lo escribiera en un e-mail, estaría significando que me dirijo a unas cuantas personas de manera generalista... lo escribo en el blog, y adquiere un significado totalmente literal: HOLA A TODO EL MUNDO!!! Me agrada ver como cada vez se suman más países a la lectura del blog! La verdad es que es asombroso ver como podemos contactar estando tan lejos... la magia de la red.

Os comunico con alegría que La Revelación de Qumrán ha dado un pequeño saltito en la clasificación. También soy consciente que esta alegría seguramente durará un día, pero bueno, la posición 14 no está mal, no? Lástima que las ventas se centran sólo en España, de momento en los otros mercados no he conseguido inaurar el marcador!

http://www.amazon.es/dp/B0070ZY162/ Precio: 0,89 €.

Os dejo un pequeño, pequeño aperitivo:

Capítulo Uno



E
ra una noche de verano. La lluvia caía a cántaros, golpeando con furia el cristal de su coche mientras él dormitaba. El asfalto estaba inundado por charcos que reflejaban la luz que desprendían las maltrechas farolas. Eran las dos de la madrugada y no se veía ni un solo transeúnte. Las casas, sombrías, hacía rato que habían apagado su luz interior. Catorce horas después de que ella entrara, aún no había detectado ningún movimiento. Sus huesos estaban entumecidos por el frío; los riñones, doloridos después de tanta espera, se estaban empezando a notar. «Después de este servicio tendré que tomarme un buen baño caliente», se dijo.
Él era alto y corpulento, sus rasgos rudos le hacían parecer más viejo. A sus treinta y cuatro años era aún un lobo solitario; prefería que las cenas estuvieran acompañadas por una buena cerveza y un interesante partido de baloncesto, y no aquellas maravillosas, enternecedoras e ilusas comidas familiares que celebraban con tanta frecuencia sus compañeros de departamento. Su pelo negro hacía juego con los ojos verdes, aunque en aquellos momentos estaba revuelto y sudoroso, y le confería un aspecto más bien decadente. El hecho de que las ojeras fueran pronunciadas y que la barba le hubiera crecido en aquellos días de vigilancia, no favorecían en absoluto a su ya de por sí descuidada imagen. Su vestuario se basaba únicamente en unas botas negras con hebillas, un descolorido pantalón tejano y una camiseta blanca y ajustada que dejaba entrever los musculosos pectorales acompañados de velludos y poderosos brazos.
Por la radio habían dicho que el tiempo inestable se mantendría durante el resto de la semana, para augurarle de esta manera que, como no resolviera rápidamente el caso en el que estaba trabajando, lo pasaría mal los siguientes días. De hecho ya lo estaba pagando desde hacía tiempo, desde la vez en que vio cómo un hombre maltrataba a su hijo después de que le volvieran a conceder la custodia que había perdido por malos tratos. No había podido soportarlo y le dio tal paliza que tuvieron que hospitalizar al padre. Sus compañeros intentaron justificar su comportamiento, de hecho todos sentían repulsión hacia aquel hombre que ya había sido detenido varias veces y que siempre había sido absuelto por falta de pruebas; pero el capitán, aunque lo salvó de que lo echaran del cuerpo, se lo hizo pagar. Le dijo que no podía aplicar su propia ley, y que volvería a sus inicios en la policía para que recapacitara sobre su futuro. Estuvo varios meses entre los papeleos de la oficina y las patrullas por la ciudad, para después empezar otra vez con casos de investigación de poca monta. Y ahí estaba, una húmeda noche estival, vigilando a una mujer que se dedicaba al robo y esperando a que le dieran casos de mayor envergadura. Estaba releyendo por centésima vez la definición del crucigrama que se había llevado para la espera cuando de repente le pareció percibir la apertura de la puerta.




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