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Bienvenidos al Blog de David de Pedro






No sé como habéis aterrizado en este blog, pero poco importa, estáis aquí y os doy la bienvenida. Espero que paséis un rato ameno porque es de lo que se trata y que aprendáis tanto de mis errores como de mis experiencias, que compartáis la realidad y opiniones a ojos de mis personajes para que los entendáis más. A veces son reivindicativos, a veces muestran ese Mr. Hyde que en un momento dado todos llevamos dentro.

Hasta el momento de su publicación, os dejo con un pequeño aperitivo, el book trayler de mi novela. Como siempre, os invito a que hagáis vuestros comentarios, que mejorarán con mucho este blog.

Soy consciente que vuestro tiempo es oro, y por eso os agradezco vuestra atención. Como dijo Benjamin Franklin: Si el tiempo es lo más caro, la pérdida del mismo es el mayor de los derroches.

Volved cuando queráis.

Gracias,


David de Pedro




P.S.: Por cierto, aquí tenéis el link de La Revelación de Qumrán en Amazon, y si no tenéis kindle y lo queréis leer por ordenador, os podéis descargar el software clicando aquí. También podéis visitar mi nueva página web: www.daviddepedro.com

sábado, 26 de mayo de 2012

La fábula de un aprendiz que bien pudiera haber sido escritor

En cierta ocasión, un chico muy joven acudió a un templo y le pidió a un anciano que le enseñase la sabiduría. Después de hablar con él un rato, el anciano decidió ponerlo a prueba antes de aceptarlo como discípulo. Señaló en dirección a un árbol que había frente a ellos y dijo:

-Jovencito, tú quieres aprender, pero yo he de ausentarme del templo durante un año. ¿Podrías tallar ese árbol y hacerme una estatua mientras estoy fuera?

-Naturalmente, Maestro –contestó el chico.

El anciano le entregó un cuchillo pequeño y le pidió que se pusiera a trabajar y que fuese amable con el resto de los discípulos. Luego partió. Como el joven quería aprender del famoso Maestro, fue muy paciente y lo hizo todo perfecta y cuidadosamente. Le llevó el año entero terminar una talla de dos metros y medio.

Cuando éste regresó, el aspirante estaba orgulloso y contento de haber realizado algo que sin duda le haría ganar la confianza del Maestro. Para su sorpresa, éste miró la talla y meneó la cabeza diciendo:

-Esta estatua no tiene el tamaño que yo había pensado en principio. ¿Podrías hacerla más pequeña? He de volver a partir para predicar y no regresaré hasta dentro de otro año.

El chico, decepcionado, dio muestras de cierto malestar. Sin embargo, como quería aprender del gran Maestro, accedió, tras lo cual el sacerdote marchó.
Aunque sintiéndose molesto en su interior, el joven intentó reducir el tamaño de la talla. Durante los tres primeros meses de trabajo no cesó el malestar en su mente, notando que había perdido el afán de perfección. El siguiente trimestre sólo logró más sentimientos negativos y continuó sin que la estatua le saliera bien. Entonces pensó:Lo que realmente quiero es aprender, y ya que el único modo de hacerlo es realizando este trabajo, más vale que lo haga lo mejor que pueda y que además, disfrute haciéndolo.

A partir de aquel momento empezó a recobrar su paciencia y su entusiasmo. Durante el tercer trimestre, disfrutó cada minuto pasado esculpiendo aquella obra artística. Al acabar el año había hecho una hermosa estatua de noventa centímetros. Y lo más importante, había aprendido a enfrentarse a sí mismo. Poco después de finalizar la talla, regresó el Maestro. Vio la obra, y dando muestras de contento, dijo:

- Aunque está bien hecho, todavía es más grande de lo que había esperado, ¿podrías intentar de nuevo reducir su tamaño?

Para su sorpresa, el joven respondió afirmativamente con voz contenta. El rostro del muchacho reflejaba la paciencia y el placer con que se enfrentaría a su tarea. El Maestro se volvió a ausentar.

Por tercera vez se puso a tallar, pero aquella vez pensó como conseguir que la estatua no sólo fuese hermosa, sino que pareciese tener vida. A ello dedicó toda su atención y esfuerzo. Había aprendido a disfrutar con lo que estaba haciendo, aquel año se le hizo corto.

Cuando el Maestro regresó de su viaje, el joven le entregó la estatuilla de ocho centímetros. La mejor escultura en madera que uno pueda imaginar, pensó. El novicio había pasado la prueba de fuerza de voluntad, paciencia, perseverancia y lo más importante de todo, la de actitud frente al aprendizaje. No cabía duda de que sus estudios serían un éxito, porque había aprendido a vencer al más duro y fuerte de los enemigos: él mismo.

Aún lejos de dar por finalizados los objetivos que me marqué cuando inicié La Revelación de Qumrán, hoy os puedo presentar otro aspecto que considero necesario para el entorno que complementa la novela: Mi página web.
La podréis visitar clicando en: www.daviddepedro.com. También os podréis poner en contacto conmigo mediante el e-mail: info@daviddepedro.com

Después de tocar tantos frentes y aprender gracias a las conversaciones con unos y otros, ahora ya sólo queda perfeccionar algunos flecos para acabar de darle la forma que se merece, porque como el aprendiz, disfruto con cada aspecto que envuelve el manuscrito, desde la promoción, hasta la corrección. Un pequeño empujoncito más, y ya podré continuar con la segunda novela que tengo en el horno, porque si hay una manera de aprender, ésta es: escribir, escribir y escribir.


 David de Pedro

3 comentarios:

  1. Me gusta mucho la actitud,com el significado, como lo que representa. Te deseo suerte en esta andadura, que como la propia parabra comenta, es una andada, y es dura...

    Un fuerte abrazo

    Alexander Copperwhite

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  2. Gracias por tu comentario Alexander, es agradable saber que los mensajes que intento transmitir en cada uno de los posts agradan. Hay que enviar mensajes de lucha y esfuerzo si queremos mejorar nosotros y nuestro entorno!!!

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  3. He disfrutado mucho leyendo la primera parte, David. Pero más he disfrutado al saber que encuentras significado al aprendizaje. Solo con humildad se llega, y veo que vas por buen camino. Te deseo mucho éxito, amigo!

    Blanca

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