Cuando estás intentando publicar y escarbas un poco, te enteras de unas cuantas cosas que hacen que abras los ojos ante la cruda realidad, que nos espera a los escritores noveles que deseamos que algún día se edite alguno de nuestros manuscritos. Según varias entrevistas que he realizado a diferentes personalidades del mundo de la distribución y de la venta de libros, te enteras que: Las editoriales sacan unos 75.000 títulos al año, y que de estos, mil, a lo sumo, suelen ser de escritores noveles. El resto son de escritores consolidados, de personajes mediáticos que no tienen suficiente con el share que puedan tener en los mass media y que tienen sus propios narradores que sin decir mucho o nada de interesante, en seguida copan el mercado restándonos oportunidades, y para finalizar pero no menos importante, las traducciones de autores extranjeros. Porque a diferencia de otros países donde suelen dar prioridad a los de casa, aún estamos en un país donde lo foráneo suele percibirse mejor que lo nacional.
Una librería con mucho movimiento, suele entrar unos 25.000 libros al año... y suele devolver entre un 40% y un 50% de lo que se ha dejado en depósito en el punto de venta. El libro en cuestión, suele estar como mucho, unos quince días en el aparador (para un escritor novel) y en caso de que no se haya vendido ningun ejemplar durante la primera semana, lo relevan de su posicionamiento para dejarlo enterrado bajo las novedades que van llegando, ya que además, como que las editoriales tienen problemas para vender, hacen tiradas más pequeñas pero para contrarrestar imprimen más variedades. Para no quedar relegado y mantenerse en el candelero, hay que promocionar continuamente el manuscrito, ya sea a través de los medios de comunicación, de las redes sociales o de las librerías (intentando en estas últimas, no llenar las presentaciones de amigos y/o familiares, que ya de por sí, te comprarían tu obra). O sea, que escritor novel, como no seas un vendedor nato y luches con uñas y dientes por tu creación, lo tienes crudo para poderlo llevar a buen puerto.
A todas las dificultades mencionadas anteriormente, hay que sumar los costes que representa y conlleva la apuesta editorial por una obra. Ésta se encarga de corregir, promocionar, distribuir, editar, almacenar, manipular, reponer y destruir el producto con los costes que representan en cada área, sumando además, los gastos del staff y de los lectores que aprueban o no los escritos antes de editar. A la tienda, le toca manipular y ocupar un espacio, en el que depende de la ciudad será más o menos caro el metro cuadrado, a la espera de vender alguna unidad, y finalmente al autor, que "sólo" ha escrito una historia y que se lleva un pequeño porcentaje del trabajo. Aunque eso sí, si se publica, da trabajo a muchísima gente.
Para finalizar, una última reflexión. Cuando se habla de macro economía, a veces la gente no suele darle importancia a lo que suceda en el resto del mundo, y además desconoce totalmente los efectos colaterales que esto puede conllevar. Tiene gracia (por no decir otra cosa) ver como unas hipotecas basura que en su día se realizaron en Estados Unidos de América han acabado, entre otras muchísimas cosas, con la posibilidad que a fecha de hoy un autor pueda llevar su objetivo en España.
David de Pedro