Una vez, oí una bella historia en la que un rey felicitaba a un escultor por realizar magníficas obras de arte. Curioso, el monarca le preguntó:
- ¿Donde has aprendido estas técnicas tan maravillosas que hacen que tus trabajos sean tan abrumadoramente cautivadores?
A lo que el profesional del cincel le respondió humildemente:
- Mi señor, estas figuras a las que usted se refiere, no las he hecho yo, sino que ya estaban en el interior del bloque y sólo me he limitado a dejarlas salir...
Creo que cualquier escritor, sabe que tiene una historia o muchas que contar y sólo es cuestión de tiempo que salgan a la superficie. En mi caso, empecé la Revelación de Qumrán hace doce años aproximadamente y los primeros capítulos surgieron con una pasmosa fluidez. Siempre me había imaginado que escribiría una novela. Luego, por motivos personales, lo dejé, y el tiempo pasó quedando el escrito aparcado pero no olvidado. Un buen día, el sentimiento volvió a emerger y con el apoyo de mi esposa, volví a ponerme ante el teclado, y digo apoyo, porque no es lo mismo realizar las tareas del hogar de manera compartida que individualmente. Evidentemente tuve que cambiar cosas, de la peseta habíamos pasado al euro, etc. Un año más tarde y muchas noches sin dormir y otras, durmiéndome ante la pantalla del ordenador, la conseguí acabar. Tenía una novela contra la cuál había hechado un pulso a lo largo de sus quinientas páginas para evitar que los ánimos de los lectores decayeran y se volviera una lectura insufrible. Os puedo asegurar una cosa, cuando escribo siempre os tengo en mente, y busco provocaros, sorprenderos y generar el máximo posible abanico de sentimientos para que mi obra no os deje indiferentes.
Hasta el próximo post,
David de Pedro
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